domingo, 15 de enero de 2012

Dos de cuentos (I)


Siguiendo algunas de las técnicas de Rodari, en clase hemos desarrollado dos cuentos:

 Cuento 1.- EL ABUELO SE CONVIERTE EN GATO

Estábamos en el pueblo disfrutando tranquilamente de la verbena de la sardina, hasta que el abuelo se tomó su ración y ¡zaaas! Va y se convierte en gato. La abuela ya decía que no se podía sacarlo de casa, que aquellas verbenas le traían viejos recuerdos. Todos nos pusimos a buscarlo como locos, pero con tanta gente, se hacía una tarea difícil.

Como el abuelo era muy polifacético y ya nos tenía acostumbrados a sus múltiples travesuras, pronto lo descubrimos subido a una carpa y haciendo malabarismos con tres sardinas. La gente se amontonó a su alrededor, pues desde el gato con guantes nunca habían visto nada igual. 

Acto seguido, hizo de trapecista por un cable de la electricidad, pero con su buena vista de cazador, vio a Miki el ratón, su enemigo número uno, y velozmente cayó de pie sobre él. Hacía tiempo que intentaba atraparlo, incluso le había puesto trampas con queso y veneno, pero Miki el ratón era más astuto que las garras del abuelo y siempre huía por los sitios más raros del pueblo. Y esta vez no era menos. Del bolsillo de su pantalón azul, sacó una baraja de póquer, se puso sus gafas de sol y desafió a mi abuelo gato a un par de partidas. Pero antes de que el abuelo barajase aquellas cartas, Miki ya se había fugado de nuevo.

Los perros del tendero Plutón actuaron ahora. Ellos se habían puesto de acuerdo con Miki y le ayudaron a esquivarlo del abuelo gato. Se pusieron como locos, ladrando sin parar y yendo detrás del abuelo. Ellos también le tenían ganas de poner fin a sus trastadas. Se llevaban como perros y gatos. El abuelo les escondía siempre sus huesos y ellos nunca los encontraban. Además, el abuelo siempre que se veía acorralado, sacaba sus castañuelas, su traje andaluz y se ponía a bailar sevillanas. De esa forma siempre los despistaba y acababa subido a la cima de un gran árbol, hasta que los perros abandonaban la cacería por desesperación. Aunque esta vez fue la abuela quien los detuvo y avisó a Plutón para que los encerrase en casa. Éste los castigó en su habitación sin televisión, sin música, sin ordenador, sin juegos y sin comida.

Toda la gente del pueblo estaba alborotada corriendo de un lado para otro con toda la situación vivida, y por fin, la orquesta Juanito Verbenas quiso terminar con aquella pequeña diablura del abuelo convertido en gato. Al cantar “y sin embargo te quiero”, el gato se abrazó fuerte a la abuela y juntos marcaron unos pasos al ritmo de aquella copla.

Cuando la canción terminó, la abuela cogió un vaso de leche y se lo dio de beber al gato, para que no se fuera de su lado. También le proporcionó pasta de malta, que hizo que vomitase las bolas de pelo que tenía acumuladas en su aparato digestivo. Además, vomitó varias espinas de las sardinas que había comido en la verbena. Al ver que el gato estaba pálido, la abuela lo sentó en un banco y le acercó una taza con manzanilla. Y después de beberla… ¡zaaas! Va y se convierte en el abuelo. Fue entonces cuando toda la familia acostumbrada a todas las jugarretas del abuelo, le dijimos al unísono:

− ¡Si es que no se te puede sacar de casa!

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